¡Que no corra la sangre!

¡Que no corra la sangre!

EDITORIAL.-  Mientras leemos con estupefacción la noticia sobre la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) avalando la prohibición a los homosexuales de donar sangre, nos asalta la publicidad de un grito, un llamamiento de socorro, unas mayúsculas en las que leemos “EMERGENCIA NEPAL, CADA SEGUNDO CUENTA, DONA AHORA”. Pues va a ser que no. Parece ser que miles de ciudadanos van a tener que renunciar al derecho a contribuir a salvar una vida, al derecho a compartir aquello que nos iguala en lo más esencial, la sangre.

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Porque diga lo que diga el TJUE y los legisladores de 5, 50 o 500 países, todos somos hermanos de sangre, sin distinción de raza, sexo, ideología o condición y excluir de esa hermandad a un grupo de individuos es, sin paliativos, una conducta discriminatoria y fascista, pero sobre todo es muy, pero que muy peligrosa porque recupera el estigma, el dedo acusador de Dios y nos convierte de nuevo en la cabeza de turco de todo este asunto sin tener en cuenta ningún tipo de criterio científico.

Recomendar a los países que “sean proporcionados en las medidas que adoptan” y que “deben existir motivos y evidencias científicas que aconsejen las medidas de exclusión”, es de un cinismo apabullante, puro eufemismo, comparable al de los legisladores franceses cuando en su día sustituyeron de la ley que prohíbe donar sangre la palabra “homosexual” por “hombre que haya mantenido relaciones sexuales con otros hombres”, esquivando de ese modo la acusación de discriminar por motivo de orientación sexual. Sin comentarios.

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El virus del SIDA tiene varias vías de transmisión y una de ellas es el contagio sexual, sea éste de tipo heterosexual u homosexual. Ahora bien, según los datos de que se tienen constancia, en Francia entre el 2003 y el 2008, el 48% de los nuevos contagios de SIDA se produjeron entre hombres que habían mantenido relaciones homosexuales, entonces ¿qué pasa con el 52% restante? Muy sencillo, que son contagios producidos en relaciones heterosexuales. Por cierto a todas estas, ¿dónde están las estadísticas de contagio entre lesbianas? Porque empieza a no estar claro si lo que no existe es el contagio entre mujeres o la sexualidad entre mujeres.

Para donar sangre en España se rellena un formulario en el que se declaran conductas sexuales de riesgo, básicamente la promiscuidad, sean estas homosexuales o heterosexuales y eso ya es un posible factor excluyente. Además todas las donaciones son analizadas para detectar la posible  presencia de virus como el VIH o la hepatitis C y en los últimos 10 años no se ha registrado ni un solo caso de contagio. ¿Acaso no son datos científicos sobre la eficacia de ciertas medidas para prevenir el posible contagio?

Es cierto que existe un periodo inmediatamente posterior a la infección viral en el que, aunque se hagan pruebas de VIH, el virus no se detecta. En la década de los 80 ese periodo podía ser de meses, en la actualidad se reduce a horas, máximo algunos días, pero es obvio que ese riesgo existe sea cual sea la conducta u orientación del donante.

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El riesgo cero no existe, la vida no está hecha de certezas. Pero sí hay cosas que podemos aventurarnos a afirmar que van a suceder. La primera es que  habrá personas que perderán la vida porque las reservas de sangre mermarán y la segunda que arreciarán las acusaciones homófobas por parte de ignorantes que se sentirán avalados por las altas instancias jurídicas. Muchas gracias señores legisladores.

Lo estoy viendo, este año el día del orgullo desfilaremos con el catéter puesto y eso sí, ¡que corra la sangre!

Editorial Gayles.tv
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