Educar en la empatía

Educar en la empatía

EDITORIAL.-  Quizá este no sea el título más atractivo para captar la atención, pero contiene nada menos que la semilla para cambiar el mundo. El diccionario de la RAE dice del término “empatía”: “Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro”. Aquello de ponerse en la piel del otro, de llorar con las lágrimas ajenas y alegrarnos con sus alegrías. Hasta tal punto es vital la empatía que las personas con trastornos psicopáticos suelen tenerla muy mermada o carecer de ella. Como son incapaces de entender o sentir lo que le pasa al prójimo, su dolor les es indiferente.

MI PRINCESITO, interior

Hoy dos titulares de actualidad bien dispares tratan en cierto modo sobre esa empatía o la falta de ella. El primero nos habla de la publicación de la traducción como “Mi princesito”  del libro “My princess boy” de Cheryl Kilodavis y Suzanne DeSimone.  Sobre su contenido, el traductor dice que «aborda lo que pasa cuando un niño pequeño rompe con las normas de género».

Pero más allá de esta sucinta descripción, conmueve lo que una de las autoras escribe sobre el cuento y sobre su propio hijo: “Empecé a temer que se metieran con mi hijo o le acosaran por ir al colegio con un vestido, así que hablé con su profesora. Ella habló a su vez con otras personas sobre mis temores e hicimos un plan para apoyarle a él y a otros niños que también eran diferentes. A la vista de las terribles consecuencias del acoso escolar, introducir debates sobre la aceptación puede llevarnos a hablar de cosas básicas, como la empatía. ¿Cómo ponernos en el lugar del otro? La empatía supone hacer esfuerzos. Implica prestar atención. Requiere compromiso. Necesitamos practicarla. Y practicarla más. Y volverla a practicar”. Su texto lo dice todo.
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El segundo titular habla de los tweets ofensivos que han circulado  sobre el trágico accidente de aviación del vuelo  entre Barcelona y Dusseldorf donde han perdido la vida 150 personas. Se ha de ser muy canalla para alegrarse porque “total las víctimas eran catalanes, no personas” (cito textualmente). O quizá se ha de carecer de empatía, o sea, ser un psicópata.

¿Qué tienen en común estas dos noticias? Evidentemente «la empatía» o su falta. La tolerancia, el amor, el entendimiento de la madre de un niño transgénero y la enfermiza carencia de escrúpulos de quién se oculta en las redes sociales para ahondar más en las heridas del prójimo.

Hay que denunciar hechos como este, pero después ignorarlos. Mejor leer “Mi princesito”, mejor darlo a leer a en las escuelas y enseñar a los niñ@s a cerrar los ojos e intentar sentir, pensar, hablar, vivir en otro yo. Porque si aprenden eso será difícil que se alegren del dolor ajeno, difícil que ante una tragedia como la que están viviendo las familias de las víctimas, hagan como los psicópatas de Twitter y se atrevan a escupir el veneno que les llena el alma.

Editorial Gayles.tv
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