La colonia agrícola penitenciaria donde Franco redimía a los homosexuales
EDITORIAL GAYLES.TV.- No es éste el espacio adecuado para sesudos estudios históricos, pero de vez en cuando merece la pena recuperar retazos de nuestra historia más reciente antes de que caigan en el olvido. Porque el problema con la historia radica en que, además de que siempre la cuenta los vencedores, el paso del tiempo tiende a deformar los hechos, en ocasiones hasta la negación y cuando fallecen quienes fueron testigos presenciales se corre el riesgo de que infamias atroces caigan en el más absoluto olvido.
Apenas hace un mes un diputado de Esquerra Republicana, el señor Gabriel Rufián en un discurso en el congreso de los diputados, recriminaba que barrios enteros siguieran llevando el nombre del General Yagüe, tristemente conocido por el mal nombre del “carnicero de Badajoz”. Suya fue la responsabilidad de las violaciones, amputaciones y muerte de 4.000 civiles encerrados en la plaza de toros de Badajoz. Él mismo reconoció los hechos alegando que su columna no podía seguir avanzando con ese lastre de civiles y que si los dejaba vivos volverían a proclamar la República. Pues ahora resulta que la hija de Yagüe niega los hechos históricos refiriéndose a ellos como “el mito de Badajoz”, una mentira. Que vaya la señora Yagüe a Badajoz y pregunte, a ver qué le dicen.
Por eso importa conocer la historia y aprender de ella, para no tener que volver a vivirla. Y hoy os queremos hablar de un lugar maldito en la memoria colectiva de los homosexuales durante décadas: la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía en la isla de Fuerteventura, un triste símbolo del encono con el que el régimen franquista persiguió y condenó la homosexualidad durante décadas. El centro fue concebido supuestamente como un lugar de “rehabilitación por la sana disciplina del trabajo” de los condenados por la “Ley de Vagos y Maleantes”, rufianes, proxenetas, vagos e inadaptados sociales de todo tipo, pero sobre todo homosexuales.
Tefía se construyó en los terrenos yermos de un antiguo aeropuerto, un desierto pedregoso sin agua ni vestigio de las mínimas condiciones para la vida donde docenas de hombres fueron sometidos a palizas, insultos, vejaciones constantes y trabajos forzados durante años. Cargar agua desde el pozo, cavar zanjas, picar piedras en canteras, izar muros y todo ello bajo el sol inclemente de la isla. Al trato inhumano se sumaba la falta absoluta del alimento mínimo imprescindible, hombres que llegaban con salud salían habiendo perdido 40 kilos o más. Según el testimonio de Octavio García, un antiguo preso: “lo peor era la comida, batatas enraizadas, arroz con gorgojos, un pan pequeño para todo el día. Vi hombres allí que entraban con 87 kilos y se quedaban en 45”. El propio Octavio refiere, “he visto allí las palizas más atroces a los pobres presos (…) y el único motivo para ser detenido era ser maricón”.
La Colonia Agrícola de Tefía cerró el 21 de julio de 1966 silenciando tras sus muros historias de crueldad, abusos sexuales y explotación de hombres cuyo principal delito era el amaneramiento en su forma de expresarse. El terrible testimonio de Octavio, sirve de ejemplo del trato que recibían los presos en Tefía y queda recogido en la novela de Sosa Machín “Viaje al Centro de la Infamia”. Aunque el pasado no debe frenar nuestro paso, tampoco debemos olvidar que nuestras actuales libertades están cimentadas sobre el sufrimiento y sacrificio de las generaciones que nos han precedido.
Fuente: eldiario.es
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