El troleo institucional que desmonta la censura republicana: Salt Lake City hace oficial la bandera LGTBIQ+ para esquivar su prohibición
Desde el 8 de mayo de 2025, el Estado de Utah penaliza a cualquier edificio público que ondee banderas “no oficiales”. Es la última maniobra de una derecha cada vez más histérica, obsesionada con borrar de los espacios públicos todo símbolo que no encaje en su estrecha visión del mundo. Pero la alcaldesa demócrata de Salt Lake City, Erin Mendenhall, ha decidido que no se juega con los derechos de su ciudadanía. Y ha actuado en consecuencia: ha hecho oficial la bandera del colectivo LGTBIQ+, junto a otras banderas que representan a comunidades históricamente marginadas.
Así, además de la tradicional bandera de lirio sego, ahora también son oficiales en la capital del Estado de Utah las banderas de “la celebración, que representa la historia de Juneteenth [Día de la Emancipación de esclavos] y de los residentes afroamericanos de la ciudad”; la de “la pertenencia, que representa a los residentes LGTBIQ+ de la ciudad y la aceptación más amplia de esta comunidad”; y la de “la visibilidad, que representa a los residentes transexuales de la ciudad y el compromiso de ver y celebrar sus vidas”.
Troleo épico
La oficialización de estas nuevas banderas es una contestación clara a las nuevas políticas restrictivas y ultraconservadoras del Estado de Utah, de mayoría republicana. Este miércoles entró en vigor una norma según la cual los edificios gubernamentales estatales o locales pueden ser multados con 500 dólares al día por izar cualquier bandera que no sea la de Estados Unidos, la bandera del Estado, una bandera de ciudad o condado, banderas militares, banderas olímpicas y paralímpicas, banderas oficiales de universidades o banderas tribales.
En el comunicado publicado por el Ayuntamiento de Salt Lake City, la alcaldesa Mendenhall afirma: “Quiero que todos los habitantes de Salt Lake miren estas banderas y recuerden que valoramos la diversidad, la equidad y la inclusión, sin dejar ninguna duda de que estamos unidos como ciudad y como pueblo, avanzando juntos”.
“Al igual que otros símbolos cívicos, estas banderas reflejan nuestra humanidad compartida y los valores que ayudan a todos a sentirse parte de ella, independientemente de su origen, orientación o creencias”, apunta por su parte el presidente del Concejo de Salt Lake City, Chris Wharton. “Aunque el Estado ha restringido qué banderas pueden ondear los edificios públicos, me alegro de que podamos seguir defendiendo los valores de nuestra comunidad dentro de la ley”, añade.
La maniobra, tan ingeniosa como combativa, convierte en acto institucional lo que los republicanos intentan convertir en delito: la defensa de la diferencia. Y lo hace sin salirse del marco legal. Porque la clave está en el detalle: si el problema es que las banderas no son oficiales, hagámoslas oficiales. Sin duda, blindar el espacio público frente al fundamentalismo reaccionario es un acto de resistencia.