EDITORIAL.- La presencia cada vez más habitual de personajes transexuales en el cine y las series de televisión ha hecho saltar a la palestra un tema: ¿por qué los personajes transexuales no son interpretados por actores y actrices transexuales?
Y ya tenemos polémica a la vista, con defensores y detractores, con posturas extremas que defienden a muerte el blanco o el negro olvidando que existen 256 tonalidades de gris. La reivindicación tiene su origen en este momento en la interpretación del personaje de Lili en “La chica danesa” por Eddie Redmayne. Para much@s está esplendido, espectacular, para otr@s roza el histrionismo en alguna de las escenas. Sea como fuere, la elección del actor se ganó la repulsa de colectivos transexuales que consideraban inapropiado e incluso peligroso que el papel fuera interpretado por un hombre. Vamos a enumerar brevemente los argumentos que enarbolan:
- Hacerlo perpetúa la situación de desigualdad que afronta la comunidad trans en la industria cinematográfica. Para el casting de “La chica danesa” se presentaron actores y actrices trans, pero el papel le fue asignado a un hombre.
- Elegir a un hombre para el papel de una mujer trans alimenta la confusión entre transexualidad y travestismo. En algunas cintas como “Transamerica” la interpretación de la transexual recae en Felicity Hoffman, se da la correspondencia en género entre personaje y actriz, ambas son mujeres. De hecho el papel de Einar antes de transformarse en Lili hubiera podido ser interpretado por una mujer.
- La interpretación a cargo de un hombre alimenta la imitación de “lo físico” sin entrar tanto en el perfil psicológico. Y la única forma de transexualidad que se plantea como aceptable es la que consigue confundirse entre el colectivo cisexual, la que salta del perfil masculino al femenino. En ningún momento se contempla la expresión de otras identidades no binarias.
La lista de agravios prosigue y probablemente sean ciertos y estén justificados, pero la cuestión sería: ¿Queremos que los actores y actrices transexuales sean relegados a interpretar únicamente papeles de transexuales? ¿Acaso Laverne Cox carece de talento interpretativo para encarnar un rol de mujer? o ¿Nos vamos a resignar a que a la espléndida Jamie Clayton de Sense8 sólo se le ofrezcan papeles de trans? Pueden parecer preguntas absurdas pero es que las reivindicaciones del colectivo transexual pueden acabar siendo un arma de doble filo. ¿Acaso el teatro de Shakespeare no era interpretado exclusivamente por hombres tanto en los roles masculinos como femeninos? La misma situación se daba en el teatro kabuki japonés, en el que jóvenes muchachos interpretaban los papeles de mujer.
No pretendemos cuestionar las reivindicaciones de los grupos trans, sólo matizar que el arte interpretativo es y ha sido siempre eso, la capacidad de ser otr@, de encarnar a otro ser, hombre, mujer, hetero, trans, da igual qué o quien asuma un rol y cabe la posibilidad de que pidiendo que sean personas transexuales quienes interpreten a personajes transexuales estemos limitando sus posibilidades interpretativas.Y es que no posicionarse no está bien visto, no tomar partido se considera de cobardes, hemos abandonado en el fondo de un cajón la banderita de la neutralidad, el término medio, el acuerdo, el consenso o como mínimo el “salvo honrosas excepciones”. Se ha de ser muy de algo, a saco, sin fisuras, de te o de café, del Barça o del Madrid, activo o pasivo, nocturn@ o diurn@, de playa o de montaña. Hay que mojarse, dejar claro del lado de qué o de quién estás. Pero hay temas para los que los extremos no funcionan, porque parten de postulados erróneos que se desmontan a la que se les somete a un mínimo de análisis, pero nos apuntamos a su causa porque mola, porque ¿cómo no vamos a reivindicar los derechos de una minoría, especialmente si se trata del colectivo LGTBI?
Editorial Gayles.tv
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