EDITORIAL.- Hoy, el día en que acabamos de saber que el matrimonio igualitario ha sido aprobado en los 50 Estados de los EEUU, queremos rendir homenaje a quien sin duda ha sido un icono gay por excelencia y que tuvo no poco que ver con el origen de las celebraciones del Pride, Judy Garland.
Celebramos el Día del Orgullo y sabemos poco sobre los hechos que dieron origen a esta efeméride. No es este el lugar para hacer un tratado de historia, pero sí recordar que cuando la policía entró en el local de Stonewall para hacer la enésima redada, para golpear, perseguir y arrestar a quienes a puerta cerrada intentaban vivir sus vidas al margen, muchos de ellos estaban llorando a Judy Garland.
Ese 27 de junio de 1969 se calcula que unas 20.000 personas asistieron al funeral de la actriz, de la niña prodigio que conmovió los corazones de tanta gente que se sentía sola, hasta el punto de que los gais empezaron a reconocerse entre ellos con un eufemismo: “amigo de Dorothy”. De la Dorothy que danzaba y cantaba con los diferentes, con el hombre de hojalata, con el espantapájaros, con el león cobarde que tan pronto fue tachado de homosexual por sesudos psiquiatras que se burlaban de la devoción de los homosexuales por la cinta de “El mago de Oz”.
Han sido muchos los intentos de explicar la vinculación entre Judy Garland y el inicio de lo que sería el movimiento de lucha por la liberación de gais y lesbianas. Algunas cuestiones son objetivas, como la influencia de un padre homosexual o la bisexualidad de su marido. Incluso se ha hablado de la identificación de un colectivo perseguido y estigmatizado con alguien que tampoco tuvo una vida fácil a pesar de la fama. En el imaginario colectivo, el viaje de Dorothy desde la una Kansas en blanco y negro, desde un entorno opresivo y dogmático a Oz, refleja la huida de miles de integrantes del colectivo LGTBI a un mundo mejor, un universo de colores donde el arco iris brilla sobre personajes diferentes pero que se aman y viven en libertad.
Por todo ello, la madrugada del 28 de junio de 1969 en la barra del Stonewall mientras los que habían asistido al funeral bebían y lloraban, un mal presagio flotaba en el aire. En la película “Stonewall” de Nigel Finch, cuando la policía entra al asalto y ordena silenciar el disco que suena en la gramola del local, alguien se niega a obedecer y responde con una frase: “Judy se queda”. La voz de Judy Garland quedó flotando en el local y en las conciencias de generaciones.
En un día tan lleno de felicidad para tanta gente como el de hoy, no olvidemos honrar la memoria de quienes nos han precedido.
Editorial Gayles.tv
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