«No tendréis mi odio»: el discurso del viudo del policía muerto en París emociona a Francia
GAYLES.TV | «En lo que a mí concierne, sufro sin odio». El discurso de Etienne Cardiles, viudo de Xavier Jugelé, el policía asesinado el jueves en los Campos Elíseos, ha conmocionado a Francia en el homenaje solemne que ha tenido lugar este martes en la Prefectura de París.
Cardiles ha reconocido que la pérdida de su compañero le ha provocado «un dolor extremo y profundo» que confía en que pasará «algún día». Jugelé, de 37 años, era defensor de los derechos homosexuales. Era miembro de Flag, una asociación de policías LGTB y había participado en protestas contra Rusia por prohibir propaganda homosexual.
Transcripción del discurso de Etienne Cardiles en el homenaje a su pareja de hecho, Xavier Jugelé, víctima del atentado en París del 21 de abril:
ETIENNE CARDILES
Xavier, el jueves por la mañana, como es habitual, fui a trabajar mientras tu todavía dormías. Durante el día nos mandamos mensajes acerca de nuestro plan de vacaciones, un viaje a un país tan lejano que me habías dicho que estabas impaciente por hacer porque nunca habías ido tan lejos. Los detalles de los visados y nuestras preocupaciones por encontrar alojamiento llenaban nuestros mensajes de un frenesí feliz, ya que teníamos los billetes de avión reservados desde el martes.
Empezaste tu servicio a las dos de la tarde, con ese uniforme que cuidabas tanto porque tu aspecto para mantener el orden debía ser irreprochable. Tus compañeros y tú habíais recibido como misión uniros a la comisaría del Distrito Octavo, donde debíais, como tantas veces, velar por la seguridad pública en la bella avenida de los Campos Elíseos. Te habían asignado el número 102 de la avenida, frente al Instituto Cultural de Turquía. Yo sé que este tipo de misiones te gustaban, porque eran los Campos, era la imagen de Francia: era la cultura lo que protegías.
En ese momento, en ese lugar, sucedió lo peor, para ti y para tus compañeros. Uno de esos sucesos que todos temen y que todos esperan que no llegue jamás.
He vuelto a casa por la tarde, sin ti, con un dolor extremo y profundo que quizá se calme algún día, no lo sé. Ese dolor me ha hecho sentir más cerca que nunca de tus compañeros, que sufren como tú, en silencio, como yo, en silencio. Y en lo que a mí respecta, yo sufro sin odio. Le tomo prestada esa fórmula a Antoine Leiris (el marido de una de las víctimas de Bataclan que dejó su testimonio en un libro), ya que su inmensa sabiduría frente al dolor me admiró tanto que leí y releí sus frases hace unos meses. Es una lección de vida que me hizo crecer y que me protege hoy.
A medida que aparecieron los primeros mensajes que informaban a los parisinos de que un suceso grave estaba ocurriendo en los Campos Elíseos y que un policía había muerto, una vocecilla me dijo que eras tú, y me recordó esa fórmula generosa y sanadora: «No tendréis mi odio». Ese odio, Xavier, no lo tengo porque no se parece a ti, porque no se corresponde en absoluto con lo que hacía latir tu corazón, ni con lo que hacía de ti un policía, un guardián de la paz.Porque el interés general, el servicio al prójimo y la protección de todos eran parte de tu educación y de tus convicciones, y sabías que la tolerancia y el diálogo eran tus mejores armas. Porque detrás del policía estaba el hombre, ya que solo nos convertimos en policías por elección. La elección de ayudar a los demás, de proteger a la sociedad y de luchar contra las injusticias. Esa misión noble, que asume la Policía y que a menudo se entiende mal.
Yo, como ciudadano, antes incluso de conocerte, ya la admiraba. Esa profesión de policía es la única a la que alude la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En su artículo 12, señala esta evidencia: «La garantía de los Derechos del Hombre y del Ciudadano necesita una fuerza pública», con una precisión que es útil en este momento políticamente importante: «Esta fuerza se constituye para el beneficio de todos, y no para la utilización particular de aquellos a los que les ha sido confiada». Es la visión que ambos compartíamos de esta profesión, pero es solamente un lado del hombre que eras.
El otro lado del hombre era un mundo de cultura y de alegría, donde el cine y la música ocupaban un lugar inmenso. Cinco sesiones de cine en un día magnífico de sol en agosto no te daban miedo. Y siempre en versión original para el purista que tú eras con esa lengua, el inglés, que querías hablar a la perfección. Tú encadenabas los conciertos, siguiendo a veces a los artistas en una gira completa. Céline Dion era tu estrella, Zazie, Madonna, Britney Spears y tantos otros hacían vibrar nuestras ventanas. El teatro te transportaba y lo vivías plenamente. Ninguna experiencia cultural te echaba atrás. Hasta la peor de la películas la veías el día del estreno, hasta el final, independientemente de su calidad. Una vida de alegría y de inmensas sonrisas, en la que el amor y la tolerancia reinaban como dueñas incontestables. Esa vida de estrella tú la abandonas como una estrella.
Quiero decir a tus compañeros que me siento muy cerca de ellos. Quiero decir a tus jefes policiales que he visto la sinceridad en sus ojos y la humanidad en sus gestos. Quiero decir a todos los que luchan por evitar que esto ocurra que conozco su culpabilidad y su sensación de fracaso, y que deben continuar luchando por la paz. Quiero decir a todos los que nos han trasladado su afecto, a tus padres y a mí, que lo agradecemos profundamente. Quiero decir a tu familia que estamos unidos. Y a nuestros más cercanos, a los que se han preocupado tanto por mí, que se han preocupado tanto por nosotros, que son magníficamente dignos de ti. A ti te quiero decir que estarás en mi corazón para siempre. Te quiero. Sigamos siendo dignos y prestemos atención a la paz. Y guardemos la paz.
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