Utilizar un cinturón de castidad masculino puede resultar muy placentero, pero son pocos los que lo conocen
GAYLES.TV.- Los cinturones de castidad para mujeres son conocidos, especialmente por las referencias históricas que nos narran cómo, cuando el señor del castillo de turno se iba a librar sus batallitas por el mundo, dejaba a la señora de la casa con un armatoste que le impedía mantener sexo con otros hombres. Probablemente también le molestaba para ir al baño, asearse etc… pero eso sí, el honor del guerrero estaba a salvo.
Lo que no se conoce tanto es la existencia de los conocidos como cinturones de castidad masculinos, una especie de jaulas anatómicas en las que se introduce el pene, se cierra el candado y se le entrega la llave a la persona a quien se le ofrece sumisión. Aunque también hay quien no lo hace por sometimiento a otro, sinó sencillamente como juego privado, vamos, que se lo pone y se lo quita cuando le da la gana.
¿Qué pasa cuando llevas puesto un cinturón de castidad? Pues mira, a groso modo resulta que no puedes tener erecciones, porque es que no te cabe dentro, por supuesto nada de sexo, no puedes ni masturbarte y, lógicamente, es imposible tener un orgasmo. Seguro que a la mayoría se os ha encogido el estomago sólo de pensarlo, pero como que para gustos se hicieron los colores, hay quien se excita un montón sólo con imaginarlo. Quienes lo utilizan aseguran que privarse del orgasmo incrementa el deseo sexual y en las relaciones de dominación/sumisión supone un aliciente añadido porque el amo en cuestión puede privar a quien lo lleve no sólo de tener relaciones, sinó pura y llanamente de correrse.
Por supuesto la confianza entre quien lo lleva y quien posee la llave ha de ser absoluta porque implica una gran responsabilidad para el dominante. El usuario del cinturón puede sentir incomodidad al usarlo y si fuera defectuoso o, sencillamente no estuviera bien colocado podrían producirse lesiones y el portador de la llave debe estar disponible para poder quitárselo con la mayor rapidez posible.
Nadie mejor que quien ya lo ha probado para darnos su opinión, en concreto dos jóvenes, ambos gais, de quienes recogemos aquí la opinión. Por supuesto que ni el cinturón ni la sumisión son una cuestión exclusiva de gais, seguro que también habrá heterosexuales que lo encuentren placentero y satisfactorio.
Travis, de 29 años afirma que le encanta “la parte de no poder correrse, de sentir que estás renunciando a algo. Me gusta la idea de que alguien tenga cierto control sobre mí. Por lo general sentía menos deseo sexual que mi pareja, y vi que usar esto me lo aumentaba”. Jerry, que ahora tiene 27 años, fue más precoz: “La primera vez que quedé con alguien para jugar, yo tenía 19 años. Lo primero que hizo fue ponerme un cinturón de castidad, una especie de jaula de metal. Me puse tan cachondo que no había forma de hacer que me entrara el asunto en el aparato. (…) Llevando este cinturón sientes que no tienes control sobre tu polla, lo que refuerza la sensación de sentirme inferior, alguien que no merece ni correrse y a quien hay que poner en su sitio”. Y esto lo dice un chico que en su vida normal es un tipo extrovertido y ambicioso, un triunfador con una faceta oculta. ¡Qué sorprendente es el ser humano y qué genial resulta que cada cual pueda vivir su sexualidad como más le plazca!
Fuente: vice.com
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