El archipiélago gay de Mussolini

Mussolini y los gais El archipiélago gay de Mussolini

Campos de concentración fascista que acabarían siendo espacios de libertad  para gais.

EDITORIAL GAYLES.TV.-  Vivimos tiempos convulsos, la Unión Europea pierde a uno de sus pilares con el Brexit. El miedo a los movimientos migratorios y la crisis de los refugiados hace estallar una bomba de la que todavía no conocemos el alcance de los daños causados. Y mientras tanto cerramos el paso a miles de personas que llaman a las puertas del viejo continente huyendo de la guerra y la desolación para encontrarse las puertas cerradas y la ignominia de verse hacinados en campos que hieren la memoria con imágenes que algunos querrían olvidar. Imágenes y vivencias que recuerdan a otras no tan lejanas y que a veces ni siquiera conocemos pese a sernos muy afines.

Baile gay en Italia (2)

Pero para no repetir los errores de la historia antes hay que conocerla. Hoy os traemos el relato de unos hechos poco conocidos que afectaron a cientos de gais en la Italia de Mussolini.  Para el fascismo italiano la homosexualidad no era sino un “vicio extranjero” importado de Inglaterra y Alemania. Según el Duce “los italianos son demasiado machos para que haya homosexuales”. Ese fue el motivo de que ordenara retirar un artículo del código penal que pretendía sancionar la homosexualidad como delito. Aceptarlo equivalía a reconocer su existencia y lo que era peor, cuestionaba el mito de la virilidad italiana.

Era muchísimo mejor actuar fuera de la ley, en silencio, acosando, haciendo redadas ilegales, extorsionando y dando palizas siempre que se hiciera exhibición de la opción sexual. De hecho un decreto de 1931 autorizaba “medidas de limpieza” contra aquellos que pusieran en peligro la moral y las buenas costumbres. O sea que se trataba de barrer y esconder el polvo debajo de la alfombra o lo que es lo mismo: cientos de los llamados “culattoni” fueron deportados durante periodos de 5 años a diminutas y perdidas islas de la geografía italiana.

La città e l'isola

Las principales fueron Lampedusa, San Domino, Favignana y Ustica. Algunas de ellas habían sido utilizadas como prisión desde la época del Imperio Romano. En el periodo comprendido entre 1938 y 1943 cientos de homosexuales acusados de pederastia fueron confinados en condiciones infrahumanas.  Unos hechos que después caerían en el olvido para ser rescatados con la reciente publicación  del libro “La città e l’isola” (la ciudad y la isla) de los investigadores Gianfranco Gorretti y Tommaso Giartosi, origen del cómic «En Italia son todos machos» de Luca de Santis y Sara Colaone.

En la mayoría de estas islas, los homosexuales compartían destierro o bien con presos comunes como en el caso de Favignana o con aquellos que el régimen fascista consideraba indeseables de todo pelaje como comunistas, anarquistas, socialistas, republicanos e incluso testigos de Jehová. Esta amalgama se amontonaba en un auténtico campo de concentración en Ustica.

Pero una de esas islas pasaría a la historia por la peculiaridad de acoger sólo población reclusa homosexual, la isla de San Domino. Al principio un total de 100 reclusos fueron alojados en dos espartanos barracones sin agua ni luz eléctrica. Pero pese a las infernales condiciones de su confinamiento, para muchos fue mejor que la cárcel de silencio que vivían en sus ciudades de origen. Sin pretenderlo, en San Domino, la Italia fascista había creado un espacio en el que todos aquellos exiliados podían, por primera vez en su vida, mostrarse abiertamente como eran. Giuseppe B. uno de los internos, en una entrevista a la revista Babilonia declaraba: “En ese entonces si eras una femmenella (una palabra del argot italiano para hablar de hombres gais) no podías ni siquiera salir de casa, hacerte notar; la policía te arrestaba. Por el contrario, en la isla celebrábamos el día de nuestros santos o la llegada de alguien nuevo.  Hacíamos teatro y podíamos vestirnos como mujeres y nadie decía nada”.

lampedusa gay

A pesar de la vigilancia de los guardias hubo más de un romance y dicen que cuando, tras estallar la Segunda Guerra Mundial fueron devueltos a sus lugares de procedencia en una especie de régimen de arresto domiciliario, muchos de ellos lloraron por tener que separarse de sus novios y amigos para regresar a los armarios oscuros de una Italia que los condenaba y criminalizaba.

Resulta paradójico que nos escandalicemos de estos hechos  mientras guardamos silencio a las condiciones de absoluta precariedad y desolación, a la extorsión, el chantaje y los abusos sexuales que sufren quienes se dejan la vida llamando a las puertas de una Europa que, demasiado vieja para recordar su propia historia, corre el riesgo de tener que revivirla.

Fuentes: Público.es

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