Balance de un año trágico
EDITORIAL GAYLES.- Apenas hace unas horas cerrábamos este artículo deseando que la última broma pesada de este año especialmente sanguinario, fuera llevarse a la Princesa Leia. Pero en una carambola final, no se sabe si de soberbia o compasión, el 2016 también se ha llevado a su madre, Debbie Reynolds, víctima de un derrame cerebral mientras preparaba el funeral de su hija. Sólo nos queda el consuelo de imaginarlas a ambas cantando bajo una lluvia de estrellas mientras tragamos las uvas de una año lleno de ira. Vaya por ellas nuestro homenaje en estas lineas.
Y es que resulta difícil encontrar un calificativo que englobe todo lo que nos ha dejado el año que termina. ¿Sorprendente? ¿Convulso? ¿Terrible? ¿Injusto? Habrá quién afirme que cada día muere gente en el mundo, que siempre en algún rincón del planeta se está librando una guerra y que los atentados, la violencia, el populismo o las agresiones y abusos incalificables no son patrimonio del año que finaliza. Pero es que ha habido tanto de todo eso, tantos los momentos de apretar los dientes con incredulidad, tanta pérdida absurda, inesperada, que cuesta no caer en el tópico de desear que acabe ya, que la última hoja del calendario se lleve la furia de este tiempo de tragedia que se estrenó arrebatándonos a David Bowie el 10 de enero. Fue un aviso de lo que vendría después.
El mundo de la música ha sido golpeado con una saña especial, porque a Bowie le siguieron Prince, Juan Gabriel ¡alguien tan querido por el público gay!, Leonard Cohen y para rematar (nunca mejor dicho) se ha llevado a George Michael con tan sólo 53 años. Grandes músicos y en la mayoría de casos iconos LGTBI. Otras pérdidas nos han dolido especialmente, como la de la activista trans Shangay Lily y muy especialmente el brutal asesinato de Hande Kader una chica de tan sólo 22 años que defendía en Turquía el derecho a ser diferente.
Somos conscientes de que nos está saliendo una crónica un tanto oscura, pero es que no se pueden esconder bajo la alfombra hechos como la matanza de Orlando, el tiroteo con mayor número de víctimas en la historia de los EEUU. Porque si terrible fue la noche del 12 de junio en que Omar Mateen sembraba la pista de la discoteca gay Pulse de cadáveres, tanto o más doloroso fue leer al mes siguiente que el FBI no creía que se hubiera tratado de un atentado motivado por el odio a los homosexuales. Claro, Omar pasaba casualmente por allí y se lio a tiros pues mira, no sé, ¿por aburrimiento quizás? En fin.
Ese por supuesto no fue el único acto de barbarie: pocos días más tarde el 14 de julio un camión se abatía sobre la multitud que miraba los fuegos artificiales en Niza dejando casi un centenar de cadáveres a su paso y hace poco más de una semana, con el mismo método, un terrorista se lanzaba contra las paraditas de un mercado navideño en Berlín. Las palabras sobran, los hechos se explican a sí mismos.
Y todo eso sucede en un mundo que se mantiene impasible ante una de las mayores crisis humanitarias de los últimos tiempos: las columnas de refugiados huyendo del horror, la masacre sistemática y consentida de civiles en Siria, los campos dónde se hacinan la desesperación y el estupor ante la falta de respuestas de occidente. Muy bonito todo.
Pero es que la respuesta en las urnas no se queda atrás, el avance del populismo basado en el miedo a la diferencia, al extraño, nos deja un goteo de resultados penosos que tiene su máximo exponente en el triunfo de Trump en las presidenciales de EEUU. Su majestad “Don Dinero” ocupará el trono el próximo 20 de enero y la bandera del arco iris que, indignamente, ondeo en la campaña electoral, no debería confundirnos: Trump afirmó en el 2011 que estaba absolutamente en contra de las uniones entre homosexuales. Así que al loro porque en según qué temas se entiende demasiado bien con Putin. ¡Qué a tiempo ha sabido irse Fidel!
Pero no todo han sido malas noticias, por supuesto. Madrid cuenta desde marzo con una Ley de Transexualidad y el último bastión de la intolerancia en Europa caía en mayo al aprobarse en Italia la Ley de uniones civiles entre personas del mismo sexo. No pudo ser el matrimonio porque el Vaticano está muy cerca y sigue suponiendo un enorme freno a las aspiraciones del colectivo LGTBI, pero todo se andará y a fin de cuentas, que mejor desplante que el de dos ex monjas casándose. ¡Ah, se siente!
También nos encantó poder empezar a hablar de las hermanas Wachoswski que dejaron atrás sus identidades masculinas. Y cómo no, aplaudimos la aparición de AEQUALIS, el primer informe publicado en España sobre la necesidad de mejores prácticas en la gestión de la diversidad LGBT en empresas e instituciones, un enorme paso para mejorar las condiciones de vida de muchas personas.
Y vivimos con ilusión las Olimpiadas de Río de Janeiro, las llamadas olimpiadas de la normalización por la cantidad de gais y lesbianas declarados que participaron… Bueno, habría mucho que cuestionar y ¡tampoco vamos a estar todo el rato con la negatividad!
Efectivamente el 2016 también nos ha traído cosas buenas y esperamos que a título personal hayan sido muchas para tod@s vosotr@s, pero en términos generales sólo podemos desear que llevarse a la Princesa Leia y destrozar los sueños de millones de frikis en toda la galaxia haya sido su última broma de mal gusto. Y sí, podríamos acabar deseando que la fuerza la acompañe, pero nos gusta mucho más su famosa frase refiriéndose a Chewbacca: “¿Puede alguien quitarme de delante a este felpudo con patas?”
Intentad llenar el 2017 de buen rollo, amor y sueños, porque fácil no nos lo están poniendo. ¡Sed felices!
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